La problemática se basa en un accidente, un conductor de una gran grúa muere, y un jefe gringo se enoja con el difunto por echar a perder una maquina con valor de miles de dólares y grita encolerizado: “¡Mejor se hubieran matado cien desgraciados!”, frase que dio a conocer la importancia que le daban a la vida de los trabajadores que por cierto al fin y al cabo los trataban como esclavos. Esto mismo provoca la reacción y una gran indignación en los trabajadores y se dan cuenta que ya no pueden soportar tantos maltratos, por lo tanto, deciden ir a huelga.
Ese proceso culminó con la gran huelga bananera
de 1954, la que, si bien no logró todos los propósitos de los trabajadores,
produjo cambios sustanciales en la historia de nuestro país. Los antecedentes preparatorios
de este hecho extraordinario fueron los esfuerzos organizativos de los obreros
del banano en distintos puntos del vasto imperio, así como los conatos insurrecciona les llevados a cabo durante la década del cuarenta, e incluso
antes. Amaya Amador, sufriendo en carne propia la inhumana explotación de los
monopolios yanquis y protagonista él mismo de los esfuerzos reivindicativos de
los "campeños", creyó útil escribir la historia de una de las tantas
luchas frustradas que por entonces tuvieron lugar y que, como lo hemos dicho
ya, no fueron otra cosa que los elementos acumulativos de la gran explosión de
1954.
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